Taller de fotografía en La Habana. «En Cuba con Díaz-Maroto»

En La Habana desde el 20 al 29 de Mayo con sede en el Hotel Sevilla impartí un nuevo taller de fotografía de viajes. La Habana, Cojimar, Pinar del Río, Viñales y Regla fueron los principales escenarios de trabajo. Con la ayuda y la colaboración de Federico Baixeras y Silvia Revuelta, veintitrés alumnos de la Escuela TAI pudieron disfrutar de una experiencia inolvidable, compartir con Roberto Chile (legendario fotógrafo cubano), Nelson Domínguez de Orellano (Director de la Fototeca Nacional de Cuba) y Juan Cruz (fotógrafo).

Selección de fotografías realizadas por los alumnos:
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Selección de textos escritos por dos de los alumnos:

Texto de Isabel P. Garrido
Aún recuerdo aquello que nos dijo José María Díaz-Maroto antes de realizar nuestro viaje: “En Cuba cada día os van a pasar por lo menos 7 cosas diferentes”. Y no podía tener más razón, desde la misma tarde en la que llegamos todo era un ir y venir de situaciones inesperadas y para recordar, cuanto menos.
No sabría como describir el viaje, el lugar, la gente… Todo era color, todo era alegría, daba igual donde estuvieras, porque sólo querías seguir andando, y seguir mirando. Mirando, escuchando, porque hay tantas cosas que me llevo que no he fotografiado, que de hecho, no necesito fotografiar porque hay momentos en los que sacar la cámara es perder el tiempo, y lo único que quería era disfrutar y llenar mis pulmones de aire cubano.
De los talleres que hicimos sin duda me llevo las lecciones, no sólo de fotografía, sino de vida que nos dieron Roberto Chile, Juan Cruz Rodríguez y las artistas de La mochila de Luna.
Me quedo con el nudo en el estómago de sentir que por cada sitio por el que íbamos, ya fuera la Plaza de la Revolución o cualquier calle de la que ya ni me acuerdo de su nombre, fuera como si me encontrara en el rincón más íntimo de la casa de cualquiera de los cubanos con los que pude cruzarme. Me abrieron las puertas de su hogar, de su tierra y de su historia.
Si tuviera que resumir mi experiencia en una frase, diría que La Habana es actitud. Y eso es algo que no se puede comprar y por esa misma razón aunque intentes pasar desapercibido y de puntillas, el lugar jamás pasará desapercibido para ti.
Por último, me gustaría agradecer a Federico Baixeras, Silvia Revuelta, y José María Díaz-Maroto su gran labor en la organización y planificación del viaje, durante el año y hasta el último día. Gracias por vuestra profesionalidad y el trato tan cercano a nosotros tanto para ayudarnos con cualquier problema como para poder disfrutar de una experiencia así todos juntos. Y gracias a mis compañeros de la escuela con los que he vivido este viaje, con los que he podido disfrutar de la fotografía y de experiencia tan enriquecedora a todos los niveles.

Texto de Boris Edrosa González
“Ésta es la tierra más hermosa que ojos humanos hayan visto jamás”. Ésta es la frase que dijo Cristóbal Colón cuando desembarcó en Bariay, en la provincia de Holguín, en el Oriente de Cuba. Creo que muchos de nosotros pensamos lo mismo después de nuestra experiencia. Por mi parte, el paisaje y la arquitectura de este país es impresionante pero donde se encuentra el alma de Cuba es en su gente, una idiosincrasia que ha sido forjada por una historia única y un contexto político-social actual abordado por los contrastes con el resto del mundo.

El mejor día de mi viaje fue perderme por La Habana en busca de la casa donde vivió mi bisabuela y nació mi tío abuelo y, fue ese día, en el que compartí una jornada completa con un habanero cuyo nombre es Mongi Tony, de 57 años. Me llevó por las calles, me presentó a amigos suyos e hizo lo imposible para que no pasase por un yuma (guiri), esto, muchas veces es tan fácil como no llevar una botella grande de agua en la mano, llevar la cámara a la espalda y guapear un poco como un auténtico cubano, junto con estos consejos y acompañado de él, tuve una inmersiva experiencia en la ciudad. Comí en casas, tomé café, bebí ron y caminé por las calles. Por la noche, no pudo faltar una salida nocturna al malecón. Ese tipo de idiosincrasia, la que permite al cubano acercarse y hablar durante todo el día mostrando las cosas que saben, sus tradiciones y el aperturismo que muestran al hablar de todos los temas, es a la que me refiero. Una forma de ser única.

En cuanto a la fotografía, habíamos oído que cada rincón, cada micra de Cuba, puede convertirse en una instantánea y nada más lejos de la realidad. El verdadero reto fotográficamente hablando era intentar sacar una visión muy personal del viaje sin acabar excesivamente en lo tópico. Esta misión para ser nuestro primer viaje al país y nuestra primera experiencia en un lugar tan fuera de nuestra normalidad se convirtió en un reto excepcional, de ahí que nuestro principal guía, José María Díaz-Maroto, nos instó a que disfrutáramos sin más, que viviésemos Cuba en vez de focalizarnos exclusivamente en lo fotográfico ya que llevar la idea de crear un trabajo de pies a cabeza en un registro de tiempo tan corto es extremadamente difícil. Creo que casi todos seguimos esa idea pero aún así he podido ver fotografías de mis compañeros que muestran una gran sensibilidad con lo vivido allí. El cubano, por su forma de ser, se deja fotografiar con facilidad, no ve en las imágenes algo intrusivo como aquí en occidente pero también es orgulloso, nunca vi personas más orgullosas como allí, con lo que siempre había que mantener un respeto y humildad a la hora de la toma.

En definitiva el viaje de una semana a Cuba fue una amalgama de experiencias muy enriquecedoras, conociendo en los talleres a grandes personalidades de la sociedad cubana artística y documental. La visita turística por el centro de La Habana para conocer el contexto de la ciudad me pareció algo necesario para instarnos a conocer más la historia de ese país al igual que la visita a Regla que, tomando un barco que cruza la bahía, fue una experiencia inolvidable y, por supuesto, el viaje a Cojímar, donde uno de los titanes de la literatura estadounidense, Ernest Hemingway, dio fama al lugar a través de sus novelas, que ahora vivirá por siempre, al igual que el sabor de boca que me dejó esta experiencia tan enriquecedora en todos los sentidos.

Como agradecimientos, no puede faltar alabar el trabajo de organización que hicieron José María Díaz-Maroto y Federico Baixeras para llevarnos allí aparte por supuesto del origen primigenio del viaje que comenzó con mi compañera Mónica España-Heredia. También agradecer a Silvia Revuelta Rojas por su trabajo organizativo en cuanto a lo económico. Por supuesto, toda la gente de los talleres que nos ayudaron a entender mejor todo el contexto fotográfico-social y ver la parte artística cubana, rica y extensa merecen una mención especial. Mongy Toni, por enseñarme la parte más visceral de La Habana. A mis compañeros de universidad por todos esos momentos de charla, ron y tabaco. Y por supuesto a mis padres que me pudieron costear el viaje a una tierra en la que parte de mis antepasados vivieron muchos años. Buen viaje.

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