Bañarse en el Malecón, la diversión de los niños cubanos. En el horizonte «El dorado» a tan solo noventa millas la costa americana, lo más parecido a volar es tirarse al mar desde el viejo Malecón.
A Hemingway sólo le bastó una visita al Floridita para quedar prendado por siempre de uno de los más emblemáticos rincones de la Habana y de Cuba, fue por los años 30, cuando escribía el borrador de “Por quién doblan las campanas.”